domingo, 4 de noviembre de 2007

Una Segunda Oportunidad

En una oportunidad un señor mayor multimillonario él, al concurrir a su médico con el chequeo solicitado por éste, tomó conocimiento que sufría una enfermedad incurable, y que no le quedaban más de tres meses de vida; Tomó aire, suspiró profundamente, se tomó un tiempo de reflexión y preguntó:

¿Está usted seguro doctor?

Absolutamente fue la respuesta, lamentablemente contra éste mal la ciencia no ha encontrado la posibilidad de avanzar en su cura, solamente en la provisión de analgésicos paliativos para que los pacientes no sufran dolores desmedidos.

El señor se despidió del galeno y se retiró a su domicilio, en la soledad de su casa comenzó a buscar quien sería su heredero, dado que la única persona cercana con que contaba era su hijo, pero el mismo era lo opuesto a su padre,

- No le interesaban los negocios,
- Su vida era fiesta, mas fiesta, mas fiesta,
- Había derrochado absolutamente todo lo que su padre le había dado,
- Siempre volvía a pedir dinero, el mismo no permanecía mucho tiempo en sus manos,
- No sentaba cabeza aún a sus 40 años ya cumplidos,

Luego de analizar varias posibilidades el señor llegó a la conclusión que debía dar una última oportunidad a su hijo y le llamó, luego de compartir la cena, la sobremesa y una copa de brandy el padre se dirige al hijo, diciéndole:

Querido hijo, estoy muy enfermo y mi vida se apaga, me quedan nada más que tres meses de vida y debo ordenar todas las cosas, he pensado mucho en ti en este tiempo y de las ganas que yo tendría de dejarte todo lo que tengo, pero dudo que tu seas la persona adecuada para llevar adelante mis empresas, no has mostrado la dedicación necesaria ni la sensibilidad que se debe tener para hacer progresar estas cosas; El hijo interrumpió abruptamente a su padre y le dijo con vehemencia: padre yo puedo llevar adelante todas tus empresas, pruébame!!

Bueno hijo mío lo haré, respondió el padre, pero te pondré una sola condición y tú debes prometerme que cumplirás en caso que no logres preservar los bienes que te dejaré; Pon la condición que quieras dijo con firmeza el hijo.

A lo que el padre contestó:

- Nunca debes desprenderte de la propiedad que yo heredé de tu abuelo donde tu naciste, nunca debes arrendarla, ni prestarla, ni cederla, ni transferirla solo debes conservarla.
- En el caso que tú pierdas los bienes que heredarás, debes ir a esa propiedad, ingresar en la cabaña y ahorcarte.

Si estás dispuesto a realizar esta promesa heredarás todos los bienes, que dices?

El hijo escucho atentamente, meditó en las palabras de su padre, examinó su rostro, maduró la respuesta en su mente y contestó afirmativamente: padre no tengas dudas que haré lo que tú me mandes, fue su respuesta.
En los próximos tres meses padre e hijo se dedicaron a llevar adelante los negocios, el hijo se preocupó de aprender lo que nunca antes quiso hacer y cuando llegó el momento de la despedida el hijo comenzó con el trabajo, ahora sin nadie que pudiera aconsejarlo, solo él para llevar adelante la tarea.

Al verse solo, y añorando su vida de agasajo, festejo, deleites y satisfacción meramente carnal es que salió una noche a encontrarse con sus amigos, volvió a la mañana siguiente totalmente ebrio y descontrolado, esto continuó el día siguiente y el siguiente, fue así que en seis meses había perdido todo los bienes que le había dejado su padre.

Desesperado recordó la promesa que había realizado a su padre en el lecho de muerte, si bien no tenía ninguna gana de cumplir semejante promesa, era cierto que él era un hombre de honor, reflexionó seriamente qué debía hacer, lo pensó una semana seguida y la promesa martillaba en su cabeza.

Lo cierto fue que el joven se dirigió a la propiedad, ingresó en la cabaña y vio una horca preparada, pensó en lo sabio que había sido su padre y dijo primero para sus adentros ¡Si tuviera otra oportunidad!, y repitió dentro suyo ¡Si tuviera otra oportunidad!, y luego clamó a gran voz ¡Si tuviera otra oportunidad!, como respuesta muda, quieta, callada se encontró con la inexpresividad hermética y pacífica de la horca preparada.

Entendió que no tenía otro camino que cumplir la promesa hecha a su padre, lentamente se subió al banquillo, colocó pausadamente la soga alrededor de su cuello y clamaba para sus adentros ¡Si tuviera otra oportunidad...!, lo pensó un último instante y empujó el banquillo.

Entonces al quedar colgado de la soga cedió el tirante donde estaba colocada la soga y cayo desde el techo una cantidad de riquezas incalculables en oro, plata, piedras preciosas, títulos de propiedades de distintas empresas, e infinidad de cosas que el hijo no tenía idea que fuesen posesión de su padre, al final cayó sobre él un sobre que entre lágrimas y con las manos temblorosas pudo abrir, él mismo decía ¡Te doy una segunda oportunidad!. Tu padre.

Nuestro Padre Celestial nos da siempre una Segunda Oportunidad, veamos:

Ef 2:4-7
4”Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó”,
5”Aún estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)”,
6”Y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús”,
7”Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús”.

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