Hace muchos años un señor a quien la vida y la fortuna le habían sonreído, vivía en una espléndida y lujosa mansión pero a la vez la misma tenía una sencillez natural y estaba sobriamente amueblada, si bien este señor podía tener absolutamente todo lo que el dinero y la fortuna pueden comprar, era más bien medido y moderado en todas sus cosas, no existía en él ningún tipo de exceso ni exorbitancia y además era estimado y apreciado por todo el personal de servicio que habitaba en su hogar.
De este señor dependía mucha gente ya que era un próspero empresario, y su misma actividad le granjeo muchísimas amistades, por supuesto de las interesadas pero también de aquellos que se acercaban a él por lo que era y no por lo que tenía.
Su inmensa fortuna le dio la posibilidad de tener cuanto él quisiera y solamente dio rienda suelta a un solo hobbie, el mismo era la pintura, tenía una pinacoteca que más de un museo del mundo envidiaba, en el inmenso lugar se podía apreciar cuadros de Van Gogh, Altdorfer, Leonardo, Monet, Botticelli, Picaso, Rembrandt, entre otros pintores famosos.
El señor enviudó cuando su único hijo tenía diez años de edad, le dedicó al pequeño todo el tiempo que pudo ya que amaba al muchacho más que a su propia vida, y el joven realmente se hacía querer, había heredado el temple de su padre y creció y se educó y fue un joven de bien, trataba al servicio con gentileza, amabilidad, delicadeza y aparte con la distinción que también había heredado de su madre; De esta también adquirió una mirada tierna, apacible y dulce pero a su vez melancólica y nostálgica.
En determinado momento de la vida de este señor, su país entró en guerra y solicitó los servicios de su amado hijo, que a esta altura contaba con veinte años de edad; Por supuesto que el joven se aprestó para ir a defender a su querido país.
El carácter humano y caritativo del joven le hizo trabar amistad con varios de sus compañeros, pero había otro joven por el cual tenía un especial aprecio, cosa que era compartida por este muchacho también, ambos se habían juramentado que siempre estarían uno al lado del otro, que siempre se ayudarían cuando uno lo necesitara.
En un momento tuvieron que ir al frente y el amigo de nuestro joven quedó herido tras las líneas enemigas, al querer ir a rescatarlo el sargento de la unidad se lo prohibió ya que el fuego era intenso; El joven de nuestra historia hizo caso omiso de la orden del sargento y tenía en su mente y en su corazón el juramento que se habían hecho ambos y en un descuido de su superior traspuso esas líneas enemigas en búsqueda de su amigo, al llegar a él vio que no podría incorporarse por sus propios medios ya que la herida era en ambas piernas, fue así que lo cargó sobre sus hombros y lo llevo nuevamente tras su trinchera.
El joven se sentía feliz por haber logrado su cometido, pero comenzó a nublarse su vista, sus piernas comenzaron a temblar juntamente con sus manos, comenzó a tener convulsiones y al darlo vuelta notaron que una bala enemiga le había atravesado la espalda, unas horas más tarde y ya en el hospital de campaña el joven falleció.
El padre al recibir la noticia no encontró alivio ni consolación en nada, era una sombra de aquel hombre enérgico, vivaz, agudo, ingenioso que en otro momento llegó a ser; Estando sumido en la mayor de las tristezas es que el jardinero, quien a su vez había sido el compinche más cercano de su hijo, molestó su atención diciendo que un joven preguntaba por él, el señor respondió que lo hicieran pasar, el joven visitante un poco apesadumbrado, con cierto grado de congoja y angustia se dirigió al padre de su amigo y le contó que su hijo había muerto en sus manos, y que le había pasado esto por que le había salvado la vida a él ya que penetró en las líneas enemigas para rescatarlo en un acto de valentía sin precedentes.
El joven había entrado con un rollo entre sus manos el cual movía literalmente de una mano a la otra y pudo decir con la voz entrecortada por al emoción que si bien él era un amateur aficionado a la pintura había querido retratar a su amigo y que quería regalarle este retrato, el padre con las manos temblorosas plegó la tela y vio la expresión más fantástica que le podían presentar, el hijo tenía vida a través de esos ojos que tanto le recordaban a su amada esposa, el señor colocó este cuadro entre los más importantes de su codiciada colección.
Pasado unos años el señor no pudo reponerse de la muerte de su hijo y también partió, dejando entre otras cosas su colección de pinturas en una subasta pública, como la misma era muy importante el subastador la publicó en todo el mundo y hacia este lugar acudieron gente de todo el planeta, entre ellos gente muy conocida de importantes galerías de arte, también concurrieron sus entrañables amigos para ver si alguien se podría quedar con alguna obra de arte.
La subasta comenzó en el horario señalado 10,00 hs de una mañana espléndida donde el sol brillaba en su máximo esplendor; La gente estaba sentada en el enorme auditorio con capacidad para mil personas, todos mostraban cierto grado de inquietud, ansiedad e impaciencia ya que querían ver las obras más importantes y por supuesto ofertar por ellas, es así que al comenzar la subasta el martillero hace traer un cuadro el mismo estaba tapado por un lienzo blanco, al hacerlo destapar se descubre el rostro del hijo, el rematador manifiesta a viva voz,
- Quién se lleva al hijo?
- La respuesta fue, queremos ver las obras de arte, queremos que comience por ellas,
- El rematador con voz lacónica volvió a repetir: cuánto ofertan por el hijo?
- Saca ese cuadro de ahí, nosotros vinimos por las cosas verdaderamente importantes,
- Por tercera vez el rematador hace oír su voz, cuánto ofertan por el hijo?
- La gente se comenzó a impacientar más aún, decididamente no querían al hijo, ellos iban por las cosas importantes, es así que tímidamente y desde lo último del salón un señor muy humildemente vestido (el mismo era el jardinero) con su gorra en la mano sacó de su bolsillo un billete de un dólar y con el temor que se dejaba traslucir en su mirada y con la voz entrecortada dijo ¡Yo quiero al hijo y esto es todo lo que tengo, alcanza?! Mostrando el billete arrugado en su mano extendida.
- El rematador dijo: Tengo un dólar, alguien da más por el hijo?
- La respuesta del auditorio fue casi absoluta véndelo ya, nosotros queremos las cosas importantes.
- El rematador dijo: Vendo al hijo por un dólar a la una, a las dos y a las tres; Vendido al señor por un dólar.
Luego de esto el Rematador guardó su martillo, cerró su attache y se aprestaba a irse, cuando es increpado por los asistentes a la gran subasta; El hombre con voz cortante les dijo: Yo no estaba autorizado a decirlo pero esta subasta tenía una cláusula, la misma era ¡El que se lleva al Hijo se lleva todo!.
Quisiera hacer una reflexión sobre este tema:
Debemos entender que si nosotros nos aferramos al Hijo tendremos todo lo que necesitamos, quizás no todo lo que queremos, pero si todo lo útil para nuestra vida,
Mt 6:33
“Más busca primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.
De este señor dependía mucha gente ya que era un próspero empresario, y su misma actividad le granjeo muchísimas amistades, por supuesto de las interesadas pero también de aquellos que se acercaban a él por lo que era y no por lo que tenía.
Su inmensa fortuna le dio la posibilidad de tener cuanto él quisiera y solamente dio rienda suelta a un solo hobbie, el mismo era la pintura, tenía una pinacoteca que más de un museo del mundo envidiaba, en el inmenso lugar se podía apreciar cuadros de Van Gogh, Altdorfer, Leonardo, Monet, Botticelli, Picaso, Rembrandt, entre otros pintores famosos.
El señor enviudó cuando su único hijo tenía diez años de edad, le dedicó al pequeño todo el tiempo que pudo ya que amaba al muchacho más que a su propia vida, y el joven realmente se hacía querer, había heredado el temple de su padre y creció y se educó y fue un joven de bien, trataba al servicio con gentileza, amabilidad, delicadeza y aparte con la distinción que también había heredado de su madre; De esta también adquirió una mirada tierna, apacible y dulce pero a su vez melancólica y nostálgica.
En determinado momento de la vida de este señor, su país entró en guerra y solicitó los servicios de su amado hijo, que a esta altura contaba con veinte años de edad; Por supuesto que el joven se aprestó para ir a defender a su querido país.
El carácter humano y caritativo del joven le hizo trabar amistad con varios de sus compañeros, pero había otro joven por el cual tenía un especial aprecio, cosa que era compartida por este muchacho también, ambos se habían juramentado que siempre estarían uno al lado del otro, que siempre se ayudarían cuando uno lo necesitara.
En un momento tuvieron que ir al frente y el amigo de nuestro joven quedó herido tras las líneas enemigas, al querer ir a rescatarlo el sargento de la unidad se lo prohibió ya que el fuego era intenso; El joven de nuestra historia hizo caso omiso de la orden del sargento y tenía en su mente y en su corazón el juramento que se habían hecho ambos y en un descuido de su superior traspuso esas líneas enemigas en búsqueda de su amigo, al llegar a él vio que no podría incorporarse por sus propios medios ya que la herida era en ambas piernas, fue así que lo cargó sobre sus hombros y lo llevo nuevamente tras su trinchera.
El joven se sentía feliz por haber logrado su cometido, pero comenzó a nublarse su vista, sus piernas comenzaron a temblar juntamente con sus manos, comenzó a tener convulsiones y al darlo vuelta notaron que una bala enemiga le había atravesado la espalda, unas horas más tarde y ya en el hospital de campaña el joven falleció.
El padre al recibir la noticia no encontró alivio ni consolación en nada, era una sombra de aquel hombre enérgico, vivaz, agudo, ingenioso que en otro momento llegó a ser; Estando sumido en la mayor de las tristezas es que el jardinero, quien a su vez había sido el compinche más cercano de su hijo, molestó su atención diciendo que un joven preguntaba por él, el señor respondió que lo hicieran pasar, el joven visitante un poco apesadumbrado, con cierto grado de congoja y angustia se dirigió al padre de su amigo y le contó que su hijo había muerto en sus manos, y que le había pasado esto por que le había salvado la vida a él ya que penetró en las líneas enemigas para rescatarlo en un acto de valentía sin precedentes.
El joven había entrado con un rollo entre sus manos el cual movía literalmente de una mano a la otra y pudo decir con la voz entrecortada por al emoción que si bien él era un amateur aficionado a la pintura había querido retratar a su amigo y que quería regalarle este retrato, el padre con las manos temblorosas plegó la tela y vio la expresión más fantástica que le podían presentar, el hijo tenía vida a través de esos ojos que tanto le recordaban a su amada esposa, el señor colocó este cuadro entre los más importantes de su codiciada colección.
Pasado unos años el señor no pudo reponerse de la muerte de su hijo y también partió, dejando entre otras cosas su colección de pinturas en una subasta pública, como la misma era muy importante el subastador la publicó en todo el mundo y hacia este lugar acudieron gente de todo el planeta, entre ellos gente muy conocida de importantes galerías de arte, también concurrieron sus entrañables amigos para ver si alguien se podría quedar con alguna obra de arte.
La subasta comenzó en el horario señalado 10,00 hs de una mañana espléndida donde el sol brillaba en su máximo esplendor; La gente estaba sentada en el enorme auditorio con capacidad para mil personas, todos mostraban cierto grado de inquietud, ansiedad e impaciencia ya que querían ver las obras más importantes y por supuesto ofertar por ellas, es así que al comenzar la subasta el martillero hace traer un cuadro el mismo estaba tapado por un lienzo blanco, al hacerlo destapar se descubre el rostro del hijo, el rematador manifiesta a viva voz,
- Quién se lleva al hijo?
- La respuesta fue, queremos ver las obras de arte, queremos que comience por ellas,
- El rematador con voz lacónica volvió a repetir: cuánto ofertan por el hijo?
- Saca ese cuadro de ahí, nosotros vinimos por las cosas verdaderamente importantes,
- Por tercera vez el rematador hace oír su voz, cuánto ofertan por el hijo?
- La gente se comenzó a impacientar más aún, decididamente no querían al hijo, ellos iban por las cosas importantes, es así que tímidamente y desde lo último del salón un señor muy humildemente vestido (el mismo era el jardinero) con su gorra en la mano sacó de su bolsillo un billete de un dólar y con el temor que se dejaba traslucir en su mirada y con la voz entrecortada dijo ¡Yo quiero al hijo y esto es todo lo que tengo, alcanza?! Mostrando el billete arrugado en su mano extendida.
- El rematador dijo: Tengo un dólar, alguien da más por el hijo?
- La respuesta del auditorio fue casi absoluta véndelo ya, nosotros queremos las cosas importantes.
- El rematador dijo: Vendo al hijo por un dólar a la una, a las dos y a las tres; Vendido al señor por un dólar.
Luego de esto el Rematador guardó su martillo, cerró su attache y se aprestaba a irse, cuando es increpado por los asistentes a la gran subasta; El hombre con voz cortante les dijo: Yo no estaba autorizado a decirlo pero esta subasta tenía una cláusula, la misma era ¡El que se lleva al Hijo se lleva todo!.
Quisiera hacer una reflexión sobre este tema:
Debemos entender que si nosotros nos aferramos al Hijo tendremos todo lo que necesitamos, quizás no todo lo que queremos, pero si todo lo útil para nuestra vida,
Mt 6:33
“Más busca primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.
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